martes, 24 de febrero de 2009

MARCA-DOS A FUEGO. (1)

En manadas, en manadas nos subimos a aviones que nos llevan a Cancún o a cualquier otro sitio con playas de arena blanca y aguas de cristal. Donde nos atienden gentes con la piel tostada y quemada por el sol. En manadas nos subimos a autocares que nos llevan a ver las murallas de Ávila pero que sólo podemos disfrutar durante 12,5 minutos porque la siguiente visita está programada para las 4:30. Y, ¿con qué volvemos? ¿Con un recuerdo que nos llena y nos apacigua el alma?, casi mejor volvemos con una cámara digital llena de fotos obligatorias, con gente que se coloca en posiciones que no conoce y con sonrisas que no son las suyas. Y cuando llegamos al final nos enteramos de que ésta no era la meta. De que no queríamos llegar a ese sitio, porque es igual que el del verano pasado. Que en realidad la belleza no se encuentra en llegar al final, sino durante el camino que recorrimos, y durante el cual algún imbécil nos arrastró a toque de pito sin dejarnos parar en ninguna estación.
Hemos perdido el gusto por sentarnos en una piedra a masticar regaliz, y respirar hasta que los pulmones se enfríen y se recuperen de escuchar y tragar el tráfico diario. Ya no queremos que el culo se nos quede frío en una roca mientras miramos el horizonte o un árbol, o una simple mariposa que, ajena a nuestras ansias de acumular, vuela a nuestro alrededor sin otro sentido que volar y encontrar el aroma de otra flor. Las orillas de un río límpido, con piedras redondeadas de tanto golpe, ya no quieren que refresquemos nuestros pies malolientes y cansados. Porque nosotros ya no le respetamos, dejamos de quererle hace mucho tiempo. Ya no escuchamos cómo se mueve, cómo el agua golpea entre sí y es capaz de calmar hasta la envidia más asesina.
Mejor si cogemos aviones que nos lleven lejos, más lejos, aún más lejos. A probar comidas que no entendemos, en vez de abrazar un árbol. A ver animales grandes, más grandes, aún más grandes a los que no respetamos, en vez de observar y dejarnos invadir por el canto de un grillo.
¿Sabéis cómo canta un grillo, o cómo vuela un gorrión, habéis visto una ardilla saltando de un árbol a otro? No importa si hay una persona que sabe más que todos nosotros juntos, y se ha inventado una G y una S para marcárnosla en el hombro, en el cuello o en el culo. Y además mientras nos engaña se ríe, nos roba el sudor, y se bebe nuestra sangre. Otros se dedican a colocarnos un cocodrilo en el pecho, es peor si es falso, o ¿es más falso el original? Qué nos importa si mientras nos regodeamos en la desdicha ajena del “Tú no puedes, yo sí”. Voy marcado hasta en mis labios, más rojos y ensangrentados que los tuyos. Pero para todo eso hay que ser un Gurú, o parecerlo o mejor aún, hacer creer a los demás que lo eres, que tienes la llave, la certeza de que yo he estado donde todos vosotros queréis ir y os puedo enseñar el camino. Venid a mi lado pero a cambio vaciad vuestros bolsillos en el mío que se encuentra lleno de sapiencia y de estímulos que encontré lejos muy lejos, aún más lejos. Y nos reúne a todos y nos maniata, los pies también, nos tapa la boca con un esparadrapo barato, mientras nos hipnotiza con una flor. La margarita más hortera y pestilente que jamás haya calentado el sol, sin aroma, sin textura y que además no podemos guardar en un libro después de nuestra primera cita quinceañera. Pero nos la muestra de un lado y del otro hasta que nuestras pupilas se vuelven margaritas, la reverenciamos y hacemos penitencia de rodillas hasta el garito más cercano, y para merecerla tienen que sangrarnos las rodillas. Pero cuando se ciñe a nuestro cuerpo, cuando notamos esa segunda piel, acrílica y manchada de sangre y padrastros de un niño vietnamita, entonces el Gurú nos mira, con sus ojos negros marcados con dos barras y una serpiente sinuosa entre ellas, vaticinando, ahora eres mejor, sal y machaca a tus semejantes, písales la cabeza. Al menos durante esta temporada tú, sólo tú y otros miles de borregos sois diferentes, mejores. Ya tienes la marca, levanta la cabeza, no pienses, no opines, pero levántala.

1 comentario:

  1. Holaaaa,
    Ya te comenté. Para reflexionar es todo el texto. Para preguntarnos adonde vamos de esta forma.
    Saludos mil
    MR

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